Hace ya algunos años, escribí un artículo sobre si el arte estaba al servicio de la mercadotecnia o la mercadotecnia al servicio del arte. Las cosas no han cambiado mucho, pero sí creo que hoy en día hay más apertura en cuanto a que un artista haga uso de la mercadotecnia para darse a conocer y comercializar sus creaciones.
En el mundo artístico, y sobre todo en las artes plásticas, se pensaba que el arte y la mercadotecnia eran dos cosas que no podían convivir. Se concebía al arte puro como intelectual y ajeno a toda situación relacionada con las masas, era para unos cuantos y por eso, no podía ser siquiera comparado con el arte comercial o popular; derivado de lo anterior, se pensaba que los artistas no debían hacer uso de las estrategias de la mercadotecnia y la publicidad, pues se tenía la idea de que el arte no podía ser visto como un negocio. Así, el artista tenía que esperar a ser descubierto por otros y ya con ese reconocimiento, mostrar su arte mediante exposiciones en los museos más reconocidos, lo cual ayudaría a que los coleccionistas buscaran su obra y hasta entonces, obtener una remuneración económica por éstas.
Desgraciadamente, el tiempo ha demostrado que de seguir con estas prácticas se corría el riesgo de seguir perdiendo talentos que, al no ser reconocidos a tiempo, optaban por dejar de crear o abandonaban su pasión para realizar otra actividad que les diera lo suficiente para sobrevivir. Esperando que otros reconocieran su trabajo, artistas como Van Gogh, Modigliani o Renoir murieron en la pobreza, con la ilusión de vender sus obras a buenos precios, cosa que no consiguieron hasta después de muertos. Otros como Picasso, Salvador Dalí y Andy Warhol, fueron más allá y usaron estrategias de mercadotecnia para comercializar su arte. Aparte de personificar al surrealismo, Salvador Dalí supo jugar con el exentricismo de su personalidad para crear una atmósfera que hacía revivir su propio movimiento. Andy Warhol, por su parte, uso toda una estrategia de mercadotecnia para promoverse a sí mismo y a su trabajo, inventando una personalidad, un estilo de vida y una imagen que lo hacía ver como la personificación del movimiento pop que él mismo encabezaba. Este artista sabía muy bien lo que hacía pues sus primeros pasos estuvieron inmersos en el mundo de la publicidad y es por eso que ya a finales de los años cincuenta, su nombre se percibía como la marca de una empresa en donde el logotipo era él mismo.
Los museos ya están dando muestra de apertura, y de manera más constante, retoman los aspectos de la moda, la mercadotecnia y la publicidad para atraer a las personas. Ejemplo de tal situación, son las diferentes exposiciones del trabajo de Yves Saint Laurent en los Museos de diferentes ciudades del mundo como un homenaje a raíz de su reciente desaparición. Es precisamente este diseñador quien, rompiendo todos los esquemas, fue el primero en realizar una exposición de moda en el Museo Metropolitano de Nueva York.
Mientras algunos se quedan en el purismo de un arte intelectual, otros se ayudan de las herramientas del marketing para dar a conocer su trabajo y con ello poder seguir aportando al arte. En palabras de Luis Nishizawa (2001), “… el que es artista lo demuestra. La gente lo reconoce. Sirve la publicidad, pero lo importante es el arte, lo que se muestra de los sentimientos que se llevan dentro”.