Esta vez hablaremos de los COP´s (Contaminantes orgánicos persistentes). Se les ha denominado como las 12 sustancias más tóxicas que existen en el planeta. Se les llama persistentes porque persisten en el medio ambiente, se bioacumulan en la cadena alimentaria y son un riesgo para la salud puesto que pueden causar efectos adversos como matar personas, producir daños en el sistema nervioso e inmunológico, provocar cáncer, desórdenes reproductivos y perturbar el desarrollo normal de lactantes y niños. Entre estos 12 contaminantes orgánicos persistentes, se encuentran 9 plaguicidas (aldrin, clordano, DDT, dieldrin, endrin, heptacloro, hexaclorobenzeno, mirex y toxafeno); dos productos químicos industriales (PCB y hexaclorobenzeno, también usado como plaguicida) y dos subproductos no intencionales, esto es que se producen sin que así lo deseemos, y son las dioxinas y los furanos.
Los contaminantes orgánicos persistentes se originan de sustancias orgánicas sintéticas inventadas y producidas por el hombre. Estas sustancias “intencionales” son producidas para fines comerciales desde hace más de 50 y no es sino hasta ahora cuando ha quedado determinado que su uso y producción son altamente tóxicos para el medio ambiente y como consecuencia, se ha acrecentado la preocupación por sacarlos del mercado lo más pronto posible. Fue en el Convenio de Estocolmo sobre los contaminantes orgánicos persistentes, cuando se determinó la importancia de que no se siguieran usando estos productos o que se vigilara su generación, como en el caso de las dioxinas y los furanos.
Pero eso no es todo, todavía hay otras sustancias que no se han añadido a la lista. Algunos de ellos son un grupo de productos químicos conocidos como hexaclorociclohexanos, entre los cuales se incluye el plaguicida lindano, otros son el pirorretardante éter de pentabromodifenilo, el plaguicida clordecona y el retardante de flama hexabromobifenil. Sin embargo, la revisión de para determinar la toxicidad de estos componentes se llevará tres años.
El caso de DDT es particular, a pesar de que se ha denominado como una de las sustancias más tóxicas, aún se sigue usando en 25 países afectados por la malaria con el propósito de combatir a los mosquitos portadores de la enfermedad. El progreso sobre la búsqueda de alternativas al DDT como un plaguicida para combatir la malaria, será revisado también en tres años.
Y el panorama se vislumbra deprimente. Cada día se introducen de 200 a 300 nuevas sustancias a la producción industrial y al ambiente sin saber las consecuencias que tendrán en materia de cuidado ambiental. Al respecto, la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina menciona que se debe aplicar el “Principio de Precaución” cuando una sustancia química o una actividad representa una amenaza para la salud humana o para el medio ambiente. Esto es que, aún cuando esta relación no haya sido determinada de manera científica en su totalidad, habría que retirarla del mercado de manera inmediata hasta que se haya investigado su nivel de toxicidad. Sin embargo, las acciones no se están llevando tan rápido como se quisiera, hay demasiados intereses económicos en juego y las personas y los gobiernos que ya están tomando conciencia y participando en este tipo de movimientos, aún son muy pocas.