Cuando hablamos de empresas, casi siempre lo hacemos desde el punto de vista de utilidades, estrategia, posiciones, fusiones, etc. Muy pocas veces se habla del recurso humano, su importancia, y sobre todo de la actitud que muestran dentro del grupo de trabajo. Un término que se ha estado manejando últimamente en los negocios es el de la resilencia. Este concepto se refiere a la capacidad que tiene una persona o grupo de personas para recuperarse frente a la adversidad, de adaptarse, de ser menos susceptibles al estrés, de hacer frente a las adversidades de la vida y superarlas. Desde mi punto de vista, además de la inteligencia emocional, un ingrediente fundamental de la resilencia es la actitud.
Como profesora de estudiantes universitarios, al egresar, siempre les digo que un 80% de su éxito en el trabajo dependerá de su actitud. Ya lo decía Wiston Churchill: “ las actitudes son más importantes que las aptitudes” y esto es hoy una realidad. Ante la gran cantidad de profesionistas destacados y con infinidad de conocimientos que salen al mercado, la actitud de un empleado dentro de la empresa será fundamental para su buen desempeño.
La actitud es la manera en que contemplamos las cosas mentalmente, la forma en que comunicamos nuestros sentimientos a los demás. Cuando nos sentimos optimistas, esta actitud se transmite a los demás y la gente nos responde de manera favorable. Por el contrario, si nuestra actitud es negativa, nuestros compañeros de trabajo nos rehuirán. Es la percepción que tengamos de la realidad (interpretación del medio ambiente) lo que hará que tengamos una actitud positiva o negativa de lo que sucede a nuestro alrededor. Cada uno de nosotros es responsable de la forma en que queremos ver el mundo y cómo lo enfrentamos.
Dentro de una organización, así como en la vida diaria, es importante dar énfasis a los aspectos positivos que nos suceden, mirar con más detenimiento y concentrarnos en las cosas positivas que tenemos y olvidar o pasar por alto los aspectos negativos que se presentan día con día. Lo anterior hará que nos sintamos mejor, que reflejemos una buena actitud y que estemos en un estado mental adecuado para enfrentar cualquier problema que se pueda presentar. Con esto no quiero decir que sobreactuemos o que nos engañemos, porque también es cierto que un optimismo en exceso no es realista y tampoco ayuda mucho a relacionarnos con el grupo de trabajo, pues se nos percibirá como artificiales y sobreactuados.
Las personas con éxito y resilentes son aquellas que, a pesar de las circunstancias, pueden recobrar fácilmente una actitud positiva, la cual las pondrá en un estado mental que les permita enfrentar los problemas que se presenten y actuar para resolverlos antes de que se vuelvan imposibles de controlar. A diferencia de ellos, las personas que en vez de recobrarse de algún incidente negativo se dejan arrastrar por las desgracias, se quedan agobiados y hundidos en el pesimismo, por lo que difícilmente podrán triunfar en la vida. Debido a lo anterior, no resulta difícil saber por qué alguien definió el éxito como “la habilidad para recuperarse de las caídas”.
Para cerrar el tema, los dejo con una frase de Víctor Frankl: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”. Buen inicio de semana.