La Navidad
me da risa, es una época del año que embauca a todos. Cada vez empieza con
mayor anticipación y vende de todo. Es espectacular. El Halloween queda
relegado y tiene que compartir los espacios de las tiendas con la Navidad. Pero
la reina de las ventas es la época decembrina, sin lugar a dudas.
Apenas
inició octubre y los adornos navideños ya estaban disponibles. Esferas,
adornos, ideas para regalar, tarjetas de regalo con dinero para hacer compras
en diferentes tiendas, velas, papel para envolver regalos, moños, muñecos,
juguetes, etcétera. Y la Navidad vende, desde que inicia la “temporada” la
gente empieza a comprar los adornos para su casa. A pesar de que tiene casi
nuevos los del año pasado, las familias quieren todo nuevo, no quieren repetir
con los mismos adornos, así es que se ponen de acuerdo para comprar los nuevos,
¿de qué color vamos a poner el árbol este año?, ¿lo adornamos de mariposas o de
angelitos?, ¿a quiénes vamos a invitar a la cena?, ¿qué regalos les vamos a
dar?. En fin, un sin número de arreglos y pláticas alrededor del evento.
¿Pero cuál
es el secreto de la Navidad?. O para ser más exactos, ¿de esta época en donde
se venden tantas cosas?. La festividad por sí misma tiene connotaciones
positivas, lo que no pasa con el Hallowen por ejemplo, que no es una festividad
religiosa, como no lo es tampoco el Día de las Madres o del Padre o el de San
Valentín, que aunque son días positivos o con connotaciones positivas, no
tienen un respaldo religioso tan fuerte. La Navidad es positiva y tiene un
respaldo religioso, se celebra el nacimiento de Jesús y en sí el acto trae
consigo una especie de ánimo de bondad, perdón, renovación y felicidad. El
simple hecho de pensar en la Navidad, pone felices a todos o por lo menos a la
mayoría; porque existe uno que otro “extraño” al que no le gusta la Navidad,
las compras o más bien todo el “merequetengue” decembrino, y que además
de que será visto como bicho extraño durante todas las fiestas, recibirá
regalo, “para que se alegre un poco el alma”.
Algunas
personas se organizan, asignan un presupuesto y empiezan a comprar con
anticipación. Pero la mayoría se deja llevar por la ocasión y compra sin pensar
mucho. Llegan a las tiendas y se acuerdan de las personas a las que les
gustaría regalarles algo, las que se han portado bien con ellas, los nuevos
amigos, y así van comprando, poco a poco. Les da alegría regalar, tienen la
ilusión de que les regalen, inventan intercambios de regalos, salidas a cenar,
posadas, etc. Y así van de tienda en tienda, de cena en cena, de posada en
posada, de compra en compra, hasta que después de las festividades, se dan
cuenta de que ni todos eran buenos, ni todos se pusieron felices con lo que
estas personas compraron para ellas, ni se la pasaron tan bien en todas las
reuniones, ni todos les regalaron las cosas que ellos esperaban. Y lo peor es
que muchas veces el bolsillo se queda vacío y ya no les hace tanta gracia
acordarse de lo que gastaron. Hacen cuentas y no saben en dónde dejaron el
dinero. Pero en ese momento era el ambiente y la experiencia lo que querían
experimentar. Y por si fuera poco, la Navidad es tan mágica, que todas las
cosas negativas que sucedieron el año anterior se olvidan y el siguiente año se
vuelve a repetir la misma situación.
Así es que
disfrutemos de las luces, los regalos, los adornos, las tiendas y los
villancicos… que ya en enero haremos cuentas.