Desde que
llegué a Alemania, la gente me pregunta si tengo “homesick”. En alemán, en
inglés o en español me preguntan lo mismo, con la palabra que se usa en inglés
para saber si extraño a mi familia, el clima y a mi país. En realidad no siento
la distancia con mi familia porque estamos siempre conectados por los teléfonos
y hablamos y “nos vemos” casi cada semana; a mí país también lo extraño y a su
gente. Pero lo que más extraño es la comida.
Así es que
les contesto, no tengo “homesick”, tengo “foodsick”, muy asombrados me ven y no
pueden creer que extrañe más la comida, que a mi familia. Que me importe un
cacahuate el clima y que sólo extrañe comerme unos tacos o unos chilaquiles. Y
no es que aquí no existan platillos deliciosos, de hecho me gustan muchos
platillos alemanes, el pan, los embutidos, los pasteles, la cerveza y sobre
todo las cenas navideñas. Pero, tal parece que los mexicanos tenemos una “cosa”
con la comida, que no se puede explicar.
El verano pasado
vine a Alemania y tuve que hacer escala en Estados Unidos. Al mostrar mi
pasaporte en las oficinas de inmigración, el oficial que me tocó me interrogó
con las ya conocidas preguntas de rutina, como por ejemplo, el motivo de mi
viaje, si había estado antes en Estados Unidos, cuánto tiempo pensaba quedarme;
y para finalizar, en español, me preguntó: “¿Traes comida?”. Con cara de
asombro, contundente y bastante consternada por la pregunta, le contesté: ¡no!...
¿Comida?, ¿para qué traería comida?... me preguntaba yo. ¿Que se piensan?, ¿que
todos los mexicanos traemos comida en las maletas?, ¿cómo para qué?... ¡pero
qué falta de respeto!. Ese comentario primero causó molestia en mi familia; sin
embargo, ahora se ha convertido en una broma familiar.
Recordando
ese episodio, hoy lo pienso muy seriamente… y me digo a mí misma… es que en
realidad, debí de haber traído comida… Todos los mexicanos que conozco traen
sus maletas repletas de comida: achiote, frijoles en bolsa, en lata, chiles
jalapeños, chiles chipotles, variedad de chiles secos, tortillas, etc. Y cuando
sus familiares los visitan, lo que les traen es… comida. En las reuniones cada
quien lleva lo que trajo y se arman unas cenas muy mexicanas. Es una risa…
Sí, sí
existen algunas opciones para evitar el “foodsick”, pero no son del todo
efectivas. La primera es comprar tortillas congeladas, chiles secos, tamales,
latas de chiles y demás productos “mexicanos”, en establecimientos como “La Tortilla”
(http://www.latortilla.de/es/index.php) se piden las cosas en Internet y
llegan días después por mensajería…. Pero nada sabe igual… Tal vez estarán
pensando que me debo acoplar y dejar de extrañar la comida. Cuando puedes
comerte un pozolito, una barbacoa o unas quesadillas con tortillas recién
hechecitas, pues es muy fácil decirlo. Yo también decía lo mismo. Pero ahora
sigo buscando la manera de tener un poco de México conmigo.
Así es que
me he adherido, últimamente, a la segunda opción. Y digo me he adherido porque
mi esposo ya lo hacía y yo no le hacía segunda, me parecía que no había ninguna
necesidad. Se la pasaba buscando restaurantes de comida mexicana sin éxito. El
solo, y ahora juntos, lo más cercano que hemos encontrado, son restaurantes de
comida tipo Tex-Mex.
Por eso,
para evitar el “foodsick”, mi esposo se asegura de que yo siempre “traiga
comida”; así es que pone chiles secos o un pedazo de maíz en mi bolsa para que
no extrañe la comida mexicana.