El precio
de un producto ha sido, generalmente, asociado con su calidad. Es así que a
mayor precio, se percibe una mayor calidad y un precio bajo comunica una menor
calidad.
Sin
embargo, considero que lo anterior no es una regla que hoy en día se tenga que
seguir usando. No todo lo que tiene un precio alto, posee una gran calidad. Hace
algunos años, la calidad se podía ver, se podía sentir, no era necesario ver la
marca. Desgraciadamente, se ha perdido la habilidad para diferenciar un
producto de calidad, del que no la tiene. La invasión de marcas y de productos,
ha llevado al consumidor a decidir más por marca, que por calidad. Muchas veces
seleccionan un producto por tres motivos: por su calidad, por la marca, o sólo para
demostrar poder adquisitivo. También, se puede elegir un producto, por las tres
razones anteriores. Sin embargo, hablando en términos más simplistas, ¿de qué
sirve gastar una cantidad excesiva de dinero, si con el producto adquirido no
se tiene la calidad que se ha estado buscando?.
Esta
última, parece ser una pregunta que se han dejado de hacer muchas personas. Es
mucho más fácil y rápido pensar que se ha comprado algo de calidad con una
marca, que hacer un análisis real del producto; o demostrar poder adquisitivo
con ella, que esperar a que la gente “adivine” que lo que se compró posee una
excelente calidad y que el precio que se pagó por el producto, fue alto. Es por
eso que vemos a tantas personas portando artículos con la marca visible. Entre
más visible sea, mejor. Muchas empresas incluso han llegado a poner la marca en
diferentes lugares, para que por todos los ángulos, y con un color contrastante
al del fondo, se pueda ver la marca; en el caso de chamarras por ejemplo, en la
solapa, en la parte de la espalda, en la manga y en la parte del pecho, todos
en un mismo producto. El resultado, es que el consumidor se vuelve una
publicidad gratuita y ambulante para la empresa que fabricó el producto. Lo
peor es que el consumidor no se da cuenta de ello; y así anda por la calle,
mostrando por meses o años, el producto adquirido, sin que nadie le pague por
la publicidad que está haciendo.
Lo peor es
cuando, después de pagar un precio excesivo por un producto “de marca”,
empiezan a salir copias piratas por ahí, y el consumidor ya no goza de
exclusividad, sino que ya parece que se uniformó con las demás personas que
adquirieron el mismo producto a precio normal, y los que lo adquirieron a un precio
“pirata”. Aquí es cuando la marca ya se ve afectada. Una persona que puede
pagar un precio alto, también busca exclusividad y si la marca ya no se la
puede dar, buscará otras marcas que sí se la den.
Esperemos
que llegue el tiempo en que los consumidores utilicen más sus habilidades para
comprar productos de calidad y no sólo productos con un precio alto. Que no se
dejen llevar sólo por la marca del producto y que analicen más los materiales
utilizados, los acabados, la durabilidad, funcionalidad y el origen de los
productos. De esta manera nos beneficiaremos todos. Cuando empezamos a exigir
resultados por lo que pagamos y calidad por el dinero que gastamos, las
empresas empezarán a asignar precios justos a sus productos. Compraremos
artículos de calidad, que satisfagan realmente nuestras necesidades, dejaremos
de comprar marcas y de servir de publicidad ambulante para las empresas.