Recuerdo la primera vez que vi una botella de jugo de naranja, con el jugo de color “de jugo de naranja”, un naranja claro, no ese naranja intenso que es imposible obtener de las naranjas recién exprimidas. Me pareció interesante que ya en Londres se estuviera exigiendo a las empresas que las bebidas fueran más naturales y con menos colorantes; o por lo menos, más parecidas a lo natural. Esto fue hace unos trece años. Hoy sigo viendo botellas de jugo de naranja con un color intenso y otras con un color más natural.
El dilema
es saber si nos gusta que los colores se vean intensos en las bebidas, o es
sólo una estrategia comercial por parte de las empresas. Son las dos cosas. Un
color intenso llama la atención y connota salud, vida y realidad. Un color no
tan intenso, aunque es más real, es un poco triste y no se ve tan apetitoso.
Sin embargo, hoy más que nunca, la población en general está comenzando un
regreso a los básicos. Ya no compramos por comprar. El precio que pagamos por
un producto está siendo definido tanto por la conveniencia física de los mismos,
la funcionalidad del empaque, el valor de marca, la ventaja competitiva y los
ingredientes. Sobre estos últimos, se busca que las materias primas utilizadas
para hacer alimentos sean naturales, que contengan cada vez menos colorantes e
ingredientes artificiales.
Hoy en día
son muchos los factores que entran en juego para que compremos un producto de
nuestro agrado. Con tanta competencia, las elecciones por parte de los
consumidores se van volviendo mucho más complicadas y exigentes. En unos años
nos preguntaremos cómo era posible que existieran en el mercado productos con
alto contenido de azúcar, lactosa, gluten o grasa. Hoy en día no nos damos
cuenta de las cantidades de grasa o azúcar que estamos comiendo, porque en
realidad no las podemos “dimensionar”. Aunque podamos ver en las etiquetas las
cantidades, no sabemos cuánto es lo más saludable pensando en todo lo demás que
hemos comido durante el día. Recuerdo cuando
los alimentos bajos en grasas o en azúcar eran vistos como productos para el
público femenino. Hoy en día no se trata de vanidad o de dieta, se trata de
salud. Son muchos los productos que tienen cantidades de grasa estratosféricas,
y ya no digamos de azúcar.
Otros de
los elementos que se escapan a nuestro alcance como consumidores y de los que
en el futuro estaremos mucho más pendientes, son los ingredientes químicos que
contienen los alimentos. El boom por lo orgánico que inició hace unos 15 o 20 años
será sustituido por una conciencia colectiva por lo natural. La moda y la preocupación
de unos cuantos, dará paso a la conciencia colectiva sobre el cuidado de la
salud y la responsabilidad social por parte de las empresas.
Son muchos
los elementos que los consumidores están demandando. Se acabó el tiempo en el
que comprábamos lo que encontrábamos. Ante tanta oferta, tenemos la capacidad
de elegir entre una gran cantidad de productos de calidad y con ventajas
competitivas muy específicas. Lo natural y lo funcional, van de la mano en esta
época, además del precio. Ante tanta demanda, el precio de los alimentos
naturales y sin ingredientes artificiales seguirá bajando hasta que las
opciones en los anaqueles sean solamente éstas y entremos ante una nueva
demanda de artículos con características nuevas y mucho más específicas.