Hace ya un
año del derrumbe de la torre Rana Plaza en Daca, Bangladesh, lugar que había
sido construido de manera ilegal y que albergaba 29 fábricas textiles y en
donde más de 1,100 empleados perdieron la vida y unos 2500 resultaron heridos.
Muchos de estos trabajadores eran mujeres que se ganaban la vida cosiendo ropa para
grandes emporios textiles de Europa y Estados Unidos como Mango o
Benetton.
Hoy, a un
año de la tragedia, las cosas no han cambiado mucho en Bangladesh. Desgraciadamente,
cientos de personas siguen desaparecidas y muchos familiares de los fallecidos,
así como sobrevivientes, aún no reciben el total de las indemnizaciones
prometidas y tampoco se ha hecho justicia con los responsables. Los
trabajadores se encuentran en un entorno de desamparo y muchos de ellos no
están protegidos por un sindicato de trabajadores que los apoye para exigir sus
derechos.
Para
hacernos una idea del negocio que representa para las empresas el elaborar prendas
en este país, veamos un ejemplo. Según DW, en Bangladesh se elaboran prendas de
vestir a precios sumamente bajos, tan es así, que de la venta de una prenda,
aproximadamente el 71% de su precio de venta representa la ganancia para la
empresa que la comercializa, el 19.3% corresponde a los costos de material y
transporte, mientras que el 9% representa los costos de intermediarios y
distribuidores, para terminar con un
0.6% que se destina al pago de costureras o las personas que fabrican
estas prendas. Estamos hablando que de si una prenda se vende en $200 pesos
mexicanos, $142 pesos son ganancias para las empresas, $39 son costos de
material y transporte, con $18 pesos se pagan intermediarios y distribuidores, y
la persona que elabora la prenda recibe un salario de $1 peso. Impactante si
pensamos en que nosotros podríamos ser esas personas que elaboran estas
prendas.
Los focos
rojos en Bangladesh siguen presentes en aspectos tales como la seguridad en los
lugares de trabajo, así como en el aumento de los salarios mínimos de los trabajadores. Recordemos que éste es uno de los países con uno de los salarios mínimos más bajos del mundo. Y
aunque las condiciones de trabajo han mejorado un poco en el país, aún hace
falta mucho por hacer si consideramos que Bangladesh se ha convertido en el
segundo país exportador de ropa, después de China; y que emplea a aproximadamente
4 millones de personas (apenas el año pasado), en cerca de 5,600 fábricas
dedicadas a la manufactura de prendas de vestir.