Flexibilidad,
¿a quién no le gusta la flexibilidad?, ¿quién no ha pedido alguna vez sus
alimentos “sin cebolla” “sin mayonesa” o “sin picante”?. Pero hay de
flexibilidad a flexibilidad, y últimamente están surgiendo restaurantes compuestos
por islas, que para mi gusto, exageran en este aspecto.
Mi esposo y
yo fuimos a experimentar a uno de estos restaurantes. Después de recoger unas
tarjetas electrónicas (una para cada quien) en las cuales se iría acumulando la
cuenta, debíamos elegir lo que íbamos a comer e identificar las diferentes
islas en las cuales pediríamos los alimentos. Decidimos que íbamos a vamos a
comer: él una entrada, yo una sopa y los dos pasta. Me formo pues en la isla detrás
de dos personas que están esperando sus alimentos, mientras que mi esposo hace
fila en la otra isla detrás de cuatro personas.
Finalmente,
llega mi turno.
-¿Qué va a
comer? –pregunta la chef.
-Pasta por
favor, la 45 y la 46 del menú.
-Ponga sus
tarjetas en el escáner para que se le aplique el monto.
Hago lo que
me pide y las pastas quedan registradas.
-Las dos
llevan carne, ¿qué termino?.
-La 45 bien
cocida y la otra… un momento por favor – le hago señas a mi esposo que la carne
si bien cocida o cómo y me contesta que término medio.
-Las dos
llevan vino, ¿rojo o blanco?.
-La 45 rojo
y la otra... –le hago señas nuevamente a mi esposo y me contesta que blanco
para él.
En menos de
dos segundos, regresa mi esposo con la cara desencajada y me dice que la sopa
sí se pide ahí, pero que la otra entrada que queremos se pide en otra isla y que
hay 3 personas ya formadas. Me dice además que no piensa hacer filas y filas y
que ya se quiere ir. Pero la chef enfrente de nosotros sigue cocinando nuestras
pastas y ya no podemos cancelar, así que tenemos que seguir ahí parados
contestando el interrogatorio en medio del ruido de los alimentos cocinándose,
la cuchara que golpea el wok, los ruidos de los otros los otros chefs
preguntando y cocinando y los otros comensales contestando. Así vienen una
serie de preguntas más (omito algunas por cuestiones de espacio) sobre
cantidades e ingredientes:
-¿Picante?.
- Sólo para
la 46 por favor.
- ¿Muy
picante, medio o poco?.
Mi esposo,
por supuesto, ya no quiere responder y sólo me mira con cara de “ya estoy
harto”.
- Poco –contesto.
- ¿Con qué
pasta?.
¿Con qué pasta?. Vemos por todas
partes para ver de cuáles, unas están en los estantes pero no se ven bien.
Finalmente, un cliente que está haciendo fila al lado de nosotros nos pasa
amablemente la única lista existente. La dichosa lista tiene unas 20 variedades
de pasta diferentes. Ni siquiera me detengo a verla y para acabar pronto con el
suplicio, le pido espagueti para los dos.
-¿Blanco o
integral?.
Con esta pregunta
se me va el hambre y el juicio también y contesto ya por los dos que con la que
sea. Sólo queremos que la chef termine de cocinar nuestras pastas para podernos
ir a sentar.
La lista de
preguntas en cada isla sigue querido lector, pero no le aburro más. Si bien es
cierto que la flexibilidad es importante y que muchas veces nos beneficia como
consumidores, a veces es demasiada o más bien resulta que no somos el segmento
para este mercado. En este caso, mi esposo y yo decidimos que no somos el
segmento; por lo tanto, nos abstendremos de visitar el dichoso restaurant y
visitaremos los tradicionales en donde aunque la flexibilidad sea moderada, podremos
sentarnos a disfrutar de una deliciosa comida y no a hacer filas y a contestar
preguntas.